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Óscar
La verdad es que es una suerte que un fotógrafo/lomógrafo tenga al lado a alguien a quien no le importe estar todo el rato poniendo posturitas, sentándose en barandillas imposibles, subiéndose a cualquier banco en mitad de la calle, hacerse el dormido en un parque perdido de la mano de dios, convertirse en capitán de velero por un momento, viajar en el tiempo y ser, de repente, un niño que juega al escondite detrás de un árbol, saltar desde unas escaleras como si fuera a echar a volar, hacerse pasar por escultor de figuras de arena en la playa, ser la réplica a escala real de la figura de la plaza, hacerse el despistado e interesante a parte iguales mientras se toma un mosto el alguna terraza bajo el sol de verano, sacarse el carnet de moto por arte de birlibirloque y conducir una vespa amarilla por todo Malasaña o simplemente ser esa cabeza que está contigo cuando quieres hacer una “autofoto”.
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